En la lentitud del globo
viajamos —3000 pies
de altura a 10
kilómetros por hora—;
somos un bulbo
de aire caliente,
viento en las fosas de la carne,
sangre una nube
sobre Teotihuacán.
Apenas nos arrastra el aire,
somos Ehécatl
—una espiral tan tenue
sobre las cosas.
Aquí arriba atisbo el miedo,
después de haber pensado
la destrucción de nuestra casa
allá en Teotihuacán (...)
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